miércoles, 24 de mayo de 2023

Una mente desvanecida

 

 

-          ¡Luna… Luna! – Eso era lo que escuchaba en mi mente, sabía perfectamente que me estaban llamando a mí, pero yo no podía reaccionar. Tenía la mirada perdida hacia un punto fijo, pero mirando... mirando nada. A lo lejos seguía escuchando mi nombre, como un eco retumbando en mi cabeza. Por cierto, me dolía la cabeza. Con un pequeño esfuerzo, y digo pequeño porque no tenía la voluntad de moverme, moví la mirada para reconocer el lugar. Vi una plaza, oscura, con luces tenues y desértica, no había ni un ser humano, ni un animal al rededor. Pestañeé de manera muy lenta en el intento de entender que era lo que estaba pasando, pero no lo logré. Bajé la mirada y me vi parada en una esquina de la plaza, sola, con mis brazos colgando a mis costados de manera inerte… ¿Podría caminar?, me pregunté, pero no, no podía, estaba pegada al suelo como un monumento en la plaza. De repente, unas luces fuertes y blancas se encendieron desde la otra punta de la plaza encegueciéndome y tuve que cerrar los ojos de manera forzada. Me asusté, no podía moverme, no podía hacer nada por mí y comencé a llorar. Mis lágrimas caían sin recelo mojando mi rostro inmóvil, hasta que de repente sentí un golpe brusco y seco en el medio del pecho que me sacudió el cuerpo entero, a continuación, le siguió otro y otro más, hasta que finalmente logré abrir los ojos y tomé una bocanada de aire como si me hubiera estado ahogando y ahí la vi, parada a mi lado con una mirada llena de esperanza y me dijo, “Luna, volviste”.

lunes, 10 de abril de 2017

La foto perfecta

Mi nombre es Joaquín Arévalos, pero todo el mundo me llama Joaco. Tal vez les parezca un poco irrelevante, pero antes de contarles mi anécdota de hace unos años atrás, voy a contarles un poco de mí, ya que todo lo anecdótico de ese día que les voy a contar, me pasó justamente a mí.
Soy fotógrafo profesional. Amo la fotografía, amo el arte de poder registrar esa imagen extraordinaria en el momento oportuno y hacerla única, y aunque para algunos les parezca cursi, ésa es mi pasión en la vida.
Bien, la cuestión es que desde que comencé a incursionar en ese mundo, he trabajado en diferentes escenarios: desde mi propia curiosidad y colección, hasta cumpleaños de 15, casamientos,  books de aspirantes a modelos, etc. Luego, con el pasar del tiempo y habiéndome perfeccionado en diferentes cursos y talleres y de hacerme de una cartera de clientes que me han ayudado a mantener buenos contactos y hacerme famoso, he logrado conseguir trabajo en una de las revistas de modas más famosas del mundo. Hoy ya hace diez años que trabajo para esa maravillosa compañía.
Apenas entré a trabajar me volví a sentir un pichón de nido que recién empieza, algo tímido, esperando órdenes y sin improvisación, cero autodidacta,   pero con el tiempo me fui a adaptando y hoy soy gerente de producción visual.
Sin seguir yéndome por las ramas, pasemos a la anécdota de ese día.
Me acuerdo que era un día espléndido, el cielo estaba limpio y con un color turquesa increíble que recuerdo haber pensado que era un buen augurio. No hacía mucho calor pero la temperatura era agradable, estábamos en la plenitud de la primavera. Llegué a la oficina como todas las mañanas y me acomodé en mi box a esperar órdenes mientras tomaba una taza de café. Hacía un mes que había entrado a trabajar, mi casilla de mails aún se mantenía casi vacía. Cuando de repente el gerente de ese momento sale desesperado de su oficina y nos llama a todos los del equipo de fotografía ya que se había confirmado una sesión en media hora con una famosa sumamente difícil de conseguir. Mi compañero, quien me dictaba qué hacer, me dijo que esperara sentando en el box que cuando saliera de la reunión me contaba. Me sentí un poco frustrado porque me hubiera encantando asistir, pero no dije nada y me volví a sentar.
Pasó unos cuarenta minutos hasta que salieron todos, Gastón, mi compañero, me hizo una seña para que lo siguiera. Sin dudarlo me paré enseguida, tomé mi mochila dónde llevaba mi cámara y lo seguí.

-          ¿A dónde vamos? – Le pregunté curioso
-          Es exterior… bah… interior pero exterior… es una terraza.
Me quedé un poco sorprendido porque no era la respuesta que esperaba. No quería saber puntualmente a dónde íbamos, si bien me respondió, mi pregunta apuntaba a saber quién era aquella famosa tan difícil que finalmente había dado el sí. Lo miré demostrando mi desconcierto y él enseguida me entendió.
-          Lo sabrás cuando lleguemos – me dijo dándome una media sonrisa indicándome que realmente me iba a sorprender.
Hasta que llegamos al auto y medio trayecto ya en viaje, nos mantuvimos ambos en silencio. Me carcomía la cabeza pensando y barajando posibilidades de quién podía ser ella, pero la verdad nadie me parecía tan importante como para hacer tanto espamento. Y las que sí… me parecían imposibles que fueran. Hasta que Gastón me sacó de mi análisis y me empezó a explicar cómo íbamos a trabajar.

-          El trabajo los vamos a hacer de la siguiente forma. El fotógrafo principal, quien le va a indicar a la modelo cómo ubicarse, va a ser Sebastián, como siempre. Los demás, vamos a ubicarnos por los alrededores y también vamos a sacar fotos, todas las que podamos, luego se van a juntar todas y de ahí sacaremos las mejores. ¿Ok?
-          Ok – Fue lo único que se me ocurrió decir

Llegamos al lugar, un edificio lujosísimo en plena ciudad neoyorquina. Nos anunciamos en la recepción y subimos por el ascensor hasta el último piso, la terraza. Cuando llegamos, el lugar estaba ya todo listo y Sebastián ubicado haciendo pruebas. Los asistentes iban y venían, había cables por donde se mirara y luces en exageración. Gastón me indicó un rincón para que me acomodara y él se ubicó en el otro extremo. Preparé mi cámara, la calibré según la luz ambiental pero tomando en cuenta la artificial y saqué unas cuantas fotos de prueba.
Pasaron unos cuarenta y cinco minutos eternos de espera hasta que finalmente la puerta se abrió y la vi entrar. Lo primero que pasó por mi mente cuando la vi fue, “Perfecta”, porque realmente lo era. Su elegancia al caminar, su manera tan femenina al moverse, la sensualidad de su mirada, todo ella, perfecta.
Nos saludó a todos con un gesto cordial y su sonrisa me sedujo de una manera que nunca me había pasado en fotografía, automáticamente aumentó mi deseo en retratarla desde todos los puntos sin desperdiciar ni un centímetro de su belleza.
Se sentó en un sillón que estaba preparado para la ocasión y subió sus piernas pisando el sillón y pegándolas a su pecho. Su pelo lo tenía atado en un simple rodete, llevaba puestos unos mini shorts y un saco de lana fino sin nada abajo. Su rostro apenas estaba maquillado aunque le habían resaltado sus ojos para que se luciera su color claro, y unos aros de una sola perla adornaban sus orejas. Al sentarse dejó caer apenas su sweater dejando al descubierto sus delgados hombros. Su sensualidad era extrema desde donde se la viera.
Rápidamente comencé a fotografiarla, Gastón me había dicho que tan solo eran quince minutos y no más. Desde mi rincón, y sin poder moverme según las ordenes que me había dado, intenté sacarle la mayor cantidad de fotos posibles sin dejar de aprovechar cada movimiento que ellas nos regalaba. Les saqué tantas que quise aprovechar y sacarle aún más pero en blanco y negro. De la manera más rápida preparé la cámara y la accioné infinidad de veces más.
El momento culminó dándonos las gracias, aunque en realidad debíamos dárselas nosotros por la oportunidad, se marchó.

Cuando llegamos a la oficina, me puse a trabajar enseguida e hice una preselección y luego hice otra. La verdad hubiera seleccionado todas pero cada fotógrafo debía presentar tan solo veinte, que, al lado de la cantidad de las que había sacado, era un trabajo terrible. Una vez elegidas, armé un mail y se las envíe a  mi gerente.
Dos días después, Mario, nuestro gerente, nos llamó a reunión para informarnos cuáles habían sido las fotos seleccionadas, pero para la sorpresa de todos sólo fue seleccionada una única foto. En ese mismo instante la desilusión fue tal que dejé de escuchar todo tipo de comentarios ya que, obviamente, yo no había sido el fotógrafo que había sacado esa única foto seleccionada. ¿Cómo iba a poder ser yo si era el novato?, pensé. A pesar de mis anteriores experiencias, mis dos compañeros la tenían más clara que yo. Luego de varios minutos Mario estaba elogiando al genial fotógrafo y lo extraordinario que había resultado la foto elegida, pero como no había escuchado quién había sido el ganador, hacía como que había estado atento sin mirar ni a Sebastián ni a Gastón, aunque apostaba que había sido Sebastián, no por nada era el fotógrafo principal de la compañía.
Finalizados los elogios todos aplaudimos y seguía sin saber a quién. El gerente tomó un control remoto, presionó un botoncito y se bajó la pantalla sobre la pared blanca. Presionó otro y la imagen de la foto electa se proyectó en la tela blanca.
Miré la imagen y la volvía mirar sin poder creer la verdad lo que estaba viendo. Era mi foto.
Sí, mi foto había sido la elegida. Mi sorpresa, mi alegría, mi emoción fueron indescriptibles, me sentía orgulloso de mí mismo.
-          Te felicitamos Joaco, es extraordinaria
Simplemente sonreí y mis compañeros se acercaron para felicitarme dándome unas palmadas de sincero afecto sobre la espalda.
A partir de ese día mi mundo cambió radicalmente, crecí sin escala con tan solo hacer lo que amo en la vida, ser fotógrafo.


lunes, 3 de abril de 2017

El cuarto oscuro


Intento abrir los ojos pero los siento pesados. Me duele mucho la cabeza. Hago un mínimo movimiento y me quejo porque me doy cuenta que me duele todo el cuerpo como si me hubieran dado una gran paliza. Al quejarme siento que tengo la garganta seca y que tengo mucha sed. Vuelvo a intentar moverme pero no puedo. ¿Qué me pasa?, me siento débil y dolorida. Estoy desconcertada, no entiendo dónde estoy pero me noto que estoy tirada en el piso y que por lo poco que pude abrir los ojos todo está oscuro y no logro ver absolutamente nada. En el ambiente se puede percibir un olor horrible a humedad y encierro, como si fuera una cueva sin ventilación que me provoca nauseas. Vuelvo a intentar moverme lento pero estoy tan dolorida que me vuelvo a quejar pero esta vez más fuerte por un profundo dolor en las costillas.
-          Se despertó
Siento que alguien dice en un susurro en la habitación. “No estoy sola”, pensé
-          Shhh – le dice otra voz
-          ¿Dónde estoy? – Pregunto a ciegas y con bastante dificultad por mi garganta seca, pero nadie me responde y dejo pasar algunos minutos hasta que tomo fuerzas - ¿Dónde estoy? – Vuelvo a preguntar intentando elevar un poco más la voz por si no me escucharon.
-          Respondele Katy – Le suplica una voz femenina, la primera a la otra
-          Shhh, cállate – La reta
-          Agua… por favor – Ya no aguanto la sed
-          Katy…
Siento que la otra mufa pero se mueve, toma un jarrito y vierte un líquido que debo suponer es agua, mmm la deseo. La siento acercarse a mí y me toma del brazo
-          Ayyy…. – El dolor es muy fuerte
-          Perdón…
Me vuelve a tomar del brazo pero de manera más delicada y me ayuda a que me siente con mucha dificultad y a pesar del inmenso dolor que siento en todo el cuerpo finalmente logro sentarme en el piso y apoyarme en una pared, que  siento húmeda en mi espalda. Siento su mano en mi rostro y me acerca un jarro a la boca y vierte el líquido. Sorbo el agua desesperada pero al pasar por mi garganta me arde y comienzo a toser. Siento el sabor metálico de mi propia sangre, también tengo la boca lastimada.
-          Tranquila… toma despacio, es evidente que llevas días sin tomar líquido
Le hago caso y tomo de a sorbitos, cuando me siento zaceada siento que se aleja.
-          No veo nada. ¿Estoy ciega?
-          No. No entra luz aquí donde estamos
-          ¿Dónde estamos?
-          Bajo tierra
-          ¿Por qué? ¿Estamos secuestradas?
-          Creemos que sí
-          Me siento muy dolorida
-          Te habrán dando una buena paliza
-          ¡Oh no, Katy!… ¿Nos golpearan a nosotras también? – Dice la otra mujer angustiada, que por su voz parece bastante joven
-          Shhh no llores, que nos pueden escuchar
-          ¿Quiénes? – Pregunto
-          Los de afuera, son salvajes y no nos tratan bien, debemos mantenernos en silencio y no llorar… no sabemos qué nos pueden hacer pero considerando como estás tú, seguro,  nada bueno.

Me abrazo queriendo sostener el dolor intenso de la costilla izquierda e intento recordar algo de lo sucedido anterior a estar ahí y en esas condiciones, pero no lo logro, no logro recordar absolutamente nada, inclusive de quién soy ni cómo me llamo. Pero de algo sí estoy segura y es que debo salir de aquí sea como sea.
-          ¿Vienen seguido? -  Pregunto
-          Sólo una vez al día a traernos un poco de pan y agua… aunque que desde que te trajeron no volvieron
-          ¿Cuándo me trajeron?
-          Si el cálculo no me falla….mmm creo que hace dos días
-          Deberíamos intentar escapar
-          ¿¡Estás loca!?
-          Tal vez…  - hago el intento de poder ver algo pero no se ve absolutamente nada, toco la pared y se nota al tacto que es como de arcilla y piedra… realmente estamos bajo tierra. Me pregunto dónde estará la puerta. – Al menos deberíamos intentarlo
-          Nos matarían si nos descubren
-          Nos matarán de todas formas
-          No me voy a arriesgar… tengo la esperanza que nos rescatarán
-          Katy… - dice la joven asustada
-          Shhh

De repente un golpe muy fuerte proveniente del exterior hace temblar la cueva. Las tres nos quedamos en silencio e inmóviles al instante y la otra joven del susto comienza a llorar.
-          Ahí vienen – dice entre sollozos
A lo lejos se comienzan a escuchar unos pasos, son fuertes y firmes, o tal vez el no ver me agudiza el sentido de oír, son muchos y se oye claramente como retumban en cada paso que dan. Cierro los ojos para sentirlos aún más y lograr identificar desde que dirección vienen. Logro captar que vienen desde mi izquierda y cuando los pasos son cada vez más claros se paran a dos metros aproximadamente de dónde me encuentro. Siento que abren como una especie de compuerta y una luz muy brillante nos cega por completo obligándome a tapar mis ojos con los brazos. Es tan brillante que me lastima y comienzo a llorar sin querer. Noto que alguien entra por la sombra y oigo que la joven pega un grito desgarrador. También lo hace Katy y oigo que la golpean. Ahogo el llanto para que no me escuchen y el pecho se me contrae de terror. La joven, que aún sigo sin saber su nombre, grita de manera desesperada nombrando a Katy e implorando piedad, pero siento que se la llevan cerrando la compuerta y volviéndonos a dejar en la oscuridad. Sigo escuchando sus gritos a lo lejos mientras los pasos se alejan hasta que finalmente llega el silencio absoluto.
-          Katy… Katy… - La llamo mientras me arrastro como puedo hasta donde está ella pero ni siquiera la escucho moverse. ¿La habrán matado? Llego a su lado y desesperadamente comienzo a tantearla hasta encontrar su rostro, lo siento mojado, es sangre estoy segura y de manera inevitable comienzo a llorar. Vuelvo a sus hombros y la vuelvo a llamar junto al oído mientras la zamarreo para que despierte pero no lo hace. Desesperada me acerco a su corazón, está viva… ay dios mío… tengo que salir de aquí.
Intento pensar un plan pero no se me ocurre ningún otro que intentar abrir la compuerta y escapar. Tomándome de la pared intento pararme. Cuando lo hago, a pesar del dolor, camino sin dejar de tocar la pared como guía, hasta llegar a la supuesta compuerta. Cuando llego, o al menos eso creo, sigo tanteando para encontrar algo que me indique algo para poder abrirla. Sigo en el tanteo hasta que encuentro una especie de palanca, la tomo entre mis manos y tiro de ella. Está dura, pero algo se movió. Vuelvo a tirar de ella pero esta vez con más fuerza sin importarme el dolor del cuerpo. Siento que comienza a moverse y sigo tirando con todas mis fuerzas hasta que poco a poco logro abrirla. Sonrío esperanzada por mi logro. Con mucha cautela empiezo a asomarme, también está oscuro afuera, pero como ya tengo las pupilas dilatadas por la oscuridad logro distinguir un pasillo largo que lleva hacia donde había oído los últimos gritos de la joven. Decido tomar el pasillo. Cuando doy mi primer paso oigo a Katy quejarse y me paro en seco. No puedo dejarla, pienso. Dudo algunos segundos pero finalmente entro a buscarla.
-          Katy… Katy…
-          ¿Dónde está Melany? – me dice en un susurro
-          Se la llevaron… Katy… logré abrir la puerta, podemos intentar irnos
-          Nooo – e intenta zafarse de mis brazos
-          Vamos Katy podemos hacerlo
-          Nooo, nos van a matar como a Melany – dice llorando sin poder controlarlo, pero casi en silencio para que no la escuchen
Intento calmarla y darle algo de esperanza insisto unas cuantas veces más y finalmente logro que me siga.
Le anuncio mi nombre para que lo sepa por si tiene que llamarme y ambas comenzamos a caminar con mucho cuidado por el largo pasillo, hay un silencio absoluto, intentamos ser cautelosas y estar atentas a cualquier ruido exterior. Llegamos al final del pasillo y no detectamos ninguna puerta. Ambas tanteamos las paredes ilusionadas pero no encontramos nada, hasta que recuerdo que Katy me había dicho que estábamos bajo tierra e instantáneamente miro hacia arriba. El techo lo tenemos prácticamente en nuestras cabezas con lo cual no me cuesta mucho tocarlo, solo con ponerme en puntas de pie logro apoyar por completo las manos. Ambas comenzamos a tantear hasta que Katy me llama indicándome que la encontró. Entre las dos la empujamos hacia arriba, es pesada y resulta ser como una tapa, así que solo la levantamos un poco y enseguida nos ilumina la luz del exterior envolviéndonos en esperanza pero el abrumador ruido de estruendos, tiros, explosiones y gritos desesperados como si afuera hubiera una guerra, nos paraliza y nos miramos con pánico. Comenzamos a arrastrarla hasta dejarla apoyada en un costado, por lo que podemos distinguir desde abajo es que  tenemos un camión encima del agujero. ¡Al fin algo de suerte!, pensamos.
Katy me indica que salga yo primera y lo hago, luego la ayudo a ella, finalmente quedamos ambas acostadas boca abajo debajo del camión. Cuando comenzamos a mirar a nuestro alrededor nos horrorizamos de lo que vemos, efectivamente estábamos en medio de una guerra y lo que teníamos encima era un camión militar.
-          Sara… ¿Qué hacemos ahora?
Miro hacia todos lados en busca de algún refugio pero no veo nada que nos pueda proteger, tampoco tengo idea de quién nos puede ayudar o quién nos puede matar.  A cincuenta metros aproximadamente veo que hay otro camión como el que tenemos encima pero está un poco más alejado del sangriento tiroteo que hay a nuestro alrededor.
-          Tenemos que llegar a ese camión
-          ¡No Sara, nos van a ver!
-          Están distraídos matándose entre sí, tenemos que ser rápidas, ¿lo podrás hacer?
-          Tengo miedo
-          No tenemos otra opción, Katy, tenemos que hacerlo. – La miro a sus ojos llenos de angustia y miedo e intento trasmitirle confianza a pesar de que estoy tan aterrada como lo está ella. Me asiente con la cabeza y le sonrío apenas para agradecer su confianza y salgo corriendo. Noto que ella me sigue y aumento mi velocidad en dirección al otro camión, no existe el dolor que me impida correr, solo la esperanza de vivir… de sobrevivir.
Cuando me falta poco por llegar el grito desgarrador de Katy llamándome me paraliza y enseguida me doy vuelta para mirarla. Está parada con sus ojos llenos de lágrimas y se lleva una mano al pecho que está bañado en sangre, me mira y logró leer en sus labios, “sálvate”, y cae derrumbada en el suelo, con una bala traspasada en su pecho. Mi instinto es querer salir a socorrerla, pero es inútil.  Vuelvo a la realidad y salgo corriendo hacia el camión. Corro con todas mis fuerzas, intento aumentar la velocidad sin mirar atrás, me falta poco, estoy a metros de llegar cuando siento que tres heridas profundas perforan mi cuerpo paralizándome por completo. Veo que el camión se aleja como si hubiera sido una alucinación y una luz cegadora invade todo mi ser. Todo mi alrededor se convierte en silencio, siento que me ahogo y que no puedo respirar. Caigo al suelo y finalmente el dolor se va. 

jueves, 30 de marzo de 2017

Cuando un hombre lee (Microcuento)

Afuera llovía. No porque lo supiera, sino porque todos los pasajeros llevaban puesto impermeables, tenían paraguas y además estaban mojados y goteaban por doquier. Miré a mi alrededor y no cabía ni un alfiler. El subte se movía de manera silenciosa, como todo tren nuevo, y se mecía adormeciéndome. En uno de mis pestañeos breves, justo en dirección recta desde donde estaba sentada, pude ver por medio de unos largos brazos que se abrían dándome visión, una persona leyendo. Si bien, en todos los subtes encontramos personas leyendo, éste me llamó provocativamente la atención.  Era extremadamente atractivo, pero no como los modelos publicitarios, sino atractivo en su postura, en su manera de vestir, en sus gafas que le daban un perfil intelectual. Un libro en la mano derecha y la mirada concentrada en la lectura, el pelo algo mojado y apenas un fruncimiento de ceño. Un pequeño mechón de pelo lacio y negro caía apenas sobre su frente y cada tanto, con un leve movimiento, intentaba sacárselo de encima. “Que hombre tan interesante”, pensé. ¿Qué estará leyendo? ¿Qué estilo le gustará leer? ¿De qué color tendrá los ojos? Y en el mismo momento que lo pensé, levantó su mirada y sus ojos de un color miel muy claros se clavaron en los míos dejándome hipnotizada.

Llegamos a la próxima estación y el movimiento de la multitud que entraba y salía del vagón me lo quitó de la visual sacándome del estupor en que me había dejado. Cuando las puertas se volvieron a cerrar y el gentío se volvió a quedar quieto en su lugar no pude resistir buscar un hueco que me permitiera volver a verlo, pero para mi sorpresa y desilusión, cuando logré encontrar un pequeño espacio, él ya no se encontraba allí. 

martes, 7 de marzo de 2017

Una historia perdida (Primer Párrafo de Autor Anónimo)

Centro de Madrid, contaminación, ruidos, coches, alquitranes flotantes, polvo pegajoso y espeso. Allí están sin embargo, en ese banco ridículo que se inclina sobre el asfalto, tomando un baño de sol urbano y ponzoñoso, mientras la ciudad vibra a su alrededor con el ronquido de los colectivos.
Hago un gesto con la mano dándome a entender que no me debería importar la escena que veo desde la ventana del bar, de aquella pareja de palomas felices que se regodean, una a la otra dándose caricias, y vuelvo a revolver mi café. Desde que me lo trajeron creo que es la décima vez que lo hago. Mi mal humor constante y mi impaciencia no me dejan pensar con claridad, me desvío en pensamientos sin sentido como aquellas palomas que aún siguen disfrutando del sol, en vez de concentrarme en lo importante. “¿Qué es lo que le voy a decir?”
Hace un año que no la veo…mmm o un poco más, no lo recuerdo bien, da igual cuánto tiempo, lo importante es que hace bastante que no la veo y al igual que la primera vez, me siento nervioso como un adolescente que tiene una cita con la chica que le gusta. Tomo un sorbo del café y vuelvo a mirar a la pareja de palomas, se las ve tan felices…

-      Hola

Su voz dulce y suave de siempre hizo que temblara en la mesa y tuviera que apoyar la tasa lentamente sobre su diminuto platito para que no lo volcara y con anhelo en la mirada la miré. Su rostro iluminado por su blancura hizo que la volviera a amar con la locura que la amé la primera vez que la vi. Sus ojos azules me miraban con dulzura y eso me desarmó vulnerándome por completo. Me levanté enseguida y me acerqué para darle un beso en la mejilla, pero mi deseo por ella me traicionó e hizo que fuera muy cerca de la comisura de su boca, cosa que la hizo temblar, la sostuve entre mis brazos y la miré con intensidad intentando transmitirle todo lo que sentía por ella no pudiéndolo hacer con palabras. Pude oler su perfume y me estremecí al recordar cuando le acariciaba la piel y la solté, obligándome a controlar mi cuerpo. Con un ademán la invité a que se sentara. Le pedí otro café al mozo y un cortado para ella. Nos miramos varios minutos en silencio, creo que no sabíamos por dónde empezar.

-      Te amo…
-      Me casé…

Dijimos ambos al unísono. La confesión de ambos la dejó con la boca abierta a ella y a mí con el corazón destrozado. Recordé las palomas y las miré, allí seguían.

-      Te fuiste
-      No me esperaste
-      No me lo pediste

Volvió el silencio. El mozo trajo el café y el cortado.

-      ¿Sos feliz?
-      No me preguntes eso
-      ¿Sos feliz, Camila? – Mi tono ya era enfurecido aunque lo disimulara
-      ¿Lo hubiera sido contigo?
-      Te hubiera hecho la mujer más feliz del planeta
-      Pero no lo hiciste, todo lo contrario… te fuiste sin decirme nada y te lloré por mucho tiempo… - La miré y no soporté ver su mirada entristecida y bajé la vista a mi café – Alguien se encargó de hacerme sonreír otra vez, sabes? – No supe qué decir y seguí en silencio - ¿Por qué volviste, Marco?
-      A recuperarte
-      Tarde


La seguridad en su voz me desarmó el alma, mi corazón hizo un sonido en mi pecho indicándome que se rompía aún más. Tragué saliva en el intento de soportar el dolor pero no lo logré, era una punzada profunda y constante en el pecho.  La miré una vez más, allí estaba, sus ojos se habían endurecido y me miraban con un adiós en la boca que nunca pronunció. Se levantó y no tuve el coraje de mirarla. Con lágrimas que, al fin, salían de una vez y saciaban mi deshago, volví a mirar a las palomas que allí seguían, regodeándose

viernes, 3 de marzo de 2017

Inalcanzable

Es difícil imaginarme con una sola mujer, me gusta estar con cuanta belleza se me cruce en el camino, sin embargo hay una en particular de todas ellas que no me la puedo sacar de la cabeza. Ya hace días que me despierto en la noche pensándola y maldigo las horas que me mantiene despierto imaginándomela en mi cama, ya que a diferencia de las demás, con ella aún no lo he logrado. Aun no entiendo cómo es posible y me lo pregunto en cada segundo de mi insomnio, yo que nací bajo un sol inagotable y llevo la piel iluminada, yo que salpicados de lunares tengo dos brazos, una cara y, en ella, una boca, una boca de labios gruesos y bien formados que todas enloquecen por besar y que ella ni siquiera mira, una boca que me sirve para comerme la noche a gritos y que podría humedecer su cuerpo regándolo con besos. Su cuerpo… realmente lo recorrería entero, me tomaría mi tiempo para no dejar un centímetro de su piel sin besar, tal vez me demoraría en aquellos lugares donde la sintiera suspirar sabiendo que lo hace por placer. Mis manos acompañarían a mi boca llenándola de caricias, las haría suaves para que se estremezca entre mis brazos.

Miro mis manos. Unas manos pequeñas y entristecidas por no acariciarla, que no acertando a definir la ausencia que me provoca, divagan lunas, paisajes solos y amores inexorables. O esos que aún resultan inalcanzables. 

martes, 21 de febrero de 2017

Aquellos ojos verdes...

Luego, de día, se levantó temblando, en uno de los barrios periféricos de la gran ciudad, desconociendo cómo, cuándo, por qué estaba en esa cama, quién era esa chica de ojos verdes absorta en su tristeza…
Es como ocurre, antes y ahora.

Te citas al atardecer. El cielo de la gran ciudad está techado de franjas rosáceas y negras. Es un día bonito y crepuscular que anticipa la noche. Los amigos o el amigo o la amiga aparecen con media hora de retraso. “Y luego no recuerdo nada y termino en la cama de una desconocida”, pensó.

La miró desconcertado y ella seguía mirándolo atenta. Se miró y se sorprendió verse vestido, volvió a mirarla y ella también estaba vestida.

-      No recuerdo nada… - dijo dándose cuenta del terrible dolor de cabeza e hizo un gesto de dolor pasándose la mano por el pelo.
-      Estabas muy triste y te emborrachaste – dijo ella con una suavidad que lo conmovió. Nunca había escuchado una voz tan bonita.
-      ¿Cómo llegué acá? – dijo mirando cauteloso a su alrededor
-      Te traje yo… me diste ternura y no pude dejarte solo -  dijo ella con algo de timidez
-      ¿Pasó algo entre nosotros?
-      No
-      Quisiera entender…
-      Lloraste por ella -  le dijo interrumpiéndolo. Él quedó con la boca abierta de la sorpresa y se maldijo por no recordar nada.
-      Perdón…
-      Exactamente eso tenés que pedirle… perdón – Mas sorprendido la miró – Me contaste lo que le hiciste y también de tu arrepentimiento… deberías pedirle perdón para no perderla… estoy segura que te perdonaría si lo hicieras.
-      Wow… evidentemente estuve charlatán anoche – Ella se sonrió
-      Sí… mucho, y me gustó conversar con vos.  -  Le dijo con una sonrisa – Me gusta saber que todavía existen hombres que aman con esa intensidad – Él sólo asintió y quedó pensativo
-      Sí, la amo… - Dijo pasados varios segundos.
-      No pierdas más tiempo entonces… andá a recuperarla.

Tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, buscó su campera y salió del departamento. Antes de pasar la puerta, se dio vuelta para mirarla y le dio las gracias.

En el ascensor buscó su celular y marcó el número de Camila. Sonaba para cuando cruzó la calle y miró hacia la ventana, allí la vio parada. Sus ojos verdes lo volvieron a cautivar y recordó su suave voz. En un momento deseó conocerla con más profundidad y conversar con ella ahora que estaba sobrio y lúcido. Camila atendió y él no quitó su vista de aquella ventana.

-      Camila…sólo quería pedirte perdón
-      Te perdono – Dijo ella y luego de unos segundos de silencio, ambos cortaron
Esa breve conversación lo hizo darse cuenta que todo había terminado, que ya no había nada más por hacer.


Guardó su celular en el bolsillo, volvió a mirar hacia aquella ventana, cruzó la calle y volvió a subir al departamento de aquellos ojos verdes.